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sábado, 27 de marzo de 2010

Óscar Limache – Maranga, Lima, Perú

Ohmar frente al mar de Mollendo (MOLLENDO, 1997)

Hemos descendido horas y kilómetros
pequeño
como sardinas en lata y sin aceite
desde las nieves de Arequipa
para tener un algo de espuma y arena frente al mar
un poco más al sur
o mucho más al norte
de donde don Benito Cereno
trataba de escapar del negro Babo
o donde don Ricardo Palma
aún sin fama
logró sobrevivir al naufragio
llegando hasta las costas vacías de Acarí
o donde el mismísimo Melville
un poco más antes
o un poco menos después
navegaba atento al catalejo
persiguiendo albas y endiabladas ballenas
o donde finalmente
tíos lejanos y argentinos
o cercanos parientes mollendinos
dejaron su vida
como heroicos cazadores
o arponeros
o grumetes
y tú
Ohmar
pequeño aún
como el océano en ciernes
con tu nombre como una exclamación
ajeno a tanta historia
a tantos nudos
a tantos cuentos intrincados
que ya empezarán
a inundar tus sueños pueriles
chapoteando en tu piscina de hule
cual renacuajo (en la tercera acepción
del diccionario de la RAE)
o alevino (uno más entre millones)
con toda la vida al frente
llena de millas marinas
desconociendo mayormente
las hazañas de piratas despistados
que aún vagarán por estos rumbos
sin saber que han muerto ha mucho tiempo
por estas costas antaño brumosas
y desconocidas para ti y para mí
y a las que no volveremos más que en esta foto
olvidada en el álbum de nuestra vida en común
o en un recuerdo desleído de tu infancia y mi verano
(Del libro futuro: Apachetas)

Lejos del mar azul (LA PAZ, 1999)

Mamá
¿verdad que los chilenos
nos quitaron el mar?

Ah
estabas en Bolivia
niño peruano en Bolivia
y lejos del mar azul

Y la maestra nunca te había dicho
nunca les dijo a tus compañeritos
que tú no eras boliviano
quizás para evitar que te miraran mal
como a todo peruano a estas alturas

Pero ahora compartías con ellos
aires enrarecidos y cachetes rojos
reivindicaciones y ausencias marinas
que ya flotaban borrosas en el tiempo

Es por eso
que tomé un avión hasta Juliaca
un triciclo hasta Copacabana
una lancha para cruzar el Titicaca
y un bus para llegar hasta El Alto
y desde ahí descender en tobogán
con el brazo en alto para tocar la luna
hasta esta ciudad en la hondonada
para traerte esta caja de canicas
con las que nunca jugaremos
y estas banderas rojiblancas
que son autoadhesivas
y que pintarán tu cuarto con los colores nacionales
(como si las naciones no fueran ya
polícromas y abigarradas)
y esta grabación que hice anoche en Puno
cerca del lago azul
cuando llegando las doce
todos se desataron con voces y lágrimas
a recordar que eran libres
y que por eso se emborrachaban
de tan peruana manera
y yo
comprobando por vez primera
cuán hondo calaban los símbolos
que te ataban a una nación
mientras más cerca del borde
(y de caerte) te hallabas

Y así
niño peruano en Bolivia
cuando en tu cuarto
puse la cinta y encendí el televisor
y apareció en el video la plaza de armas
llena de chullos esa noche puneña
y sonaron las campanas de la catedral
y empezaron los castillos a lanzar fuegos al cielo
y las voces empezaron a corear ese himno
que aprendimos desde niños
tú también comenzaste a recordar
tus tiempos idos de nidos
y empezaste a balbucear algunas de las sílabas
que ibas extrayendo del pasado
para armar luego palabras enteras
y terminar tú mismo el coro completo
con una sonrisa de identidad recobrada


pequeño
somos libres

Que lo seas siempre

(Del libro futuro: Apachetas)