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domingo, 7 de marzo de 2010

Alfredo Ruiz Chinchay - Lima, Perú

Allá

Donde mis pasos alzaron el polvo;
polvo del que soy hecho,
el alba resucita la vida,
como el agua a los desiertos sombreados
por ancianos algarrobos sembrados
en mis recuerdos.

Tatuado sobre mi tostada piel
llevo cada soplido de sus suspiros
como heridas dejadas por los látigos del tiempo
en su loca carrera hacia el horizonte
donde el rey Sol va en conquista
de otras tierras.

Allá se quedaron los helados,
las chalacas y los dulces
que después de la escuela me siguieron

y aún lo siguen haciendo;
todos grabados en el paladar, en el olfato,
en el tacto.

¡Ay de mí sin ti!
¿Cómo imaginar que el olvido pudiese cubrir,
con su traicionero manto, nuestros pasos?
Son tan bellos, tan emotivos.
¡Ay de mí sin ti que me acompañas en estas horas tan lejanas!

* * *

Es tu brisa marina
la que teje estos versos
de poesía diamantina.
Trémulo caminante de tus arenas
voy recogiendo pasos lejanos
y voces caracoleadas.
Espumante marea
que baña estos pies peregrinos,
feligrés de tus auroras.
Viejos reyes diablos,
tú con tus corales
y yo con mis algarrobales.
Regrésame a Alfonsina,
dile que la estoy esperado;
ya ha sido tanta la soledad.

* * *

Cielo sembrado de estrellas,
como bellas flores de ésta tardía primavera
con la hora en las palmas.
¿Cómo será mi cuerpo fundido en el tuyo?
¿Será como los peces en el mar
o como las voces en el viento?
No sé tú,
pero la llama empieza a arder
y las rosas, a exiliar sus espinas.
Al final del ocaso,
la razón ya se había rendido
y las margaritas renacían.
A extrañar empiezo, sin saberlo,
el encanto de tu voz y
de tu arcoirisada sonrisa.

* * *