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jueves, 8 de julio de 2010

Luis Alberto Salvarezza - C. del Uruguay, Argentina

Los Cuadros

Me gusta mirarlos cuando ellos se niegan a que los mire, cuando no me prestan sus ojos y adónicos, soberbios y en un griego apenas perceptible me piden que me aleje. La libertad está en ellos o en mi mirada que se esfuerza por encontrarla. Se desparraman por las paredes como frutos, bandadas o topacios. Aunque inexplicablemente posean mucho más de las flores que carozos, alas o durísimas transparencias… Por eso se pueden ver como un amontonado jardín… Mirándolos sé que pierdo pie y caigo en otra poesía. Un murmullo de pesados azules, lilas, rosas…, en crecida me cae como otro cielo, encima. Me arrastra. Me ahoga. De ellos vemos su latido pero nacieron del pensamiento. Mienten –dicen del arte -, pero para que sepamos la verdad. Y ella permanece gritándonos el encanto de ser toda la sangre en su latido. Me permiten viajar con otros equipajes, esconderme donde nadie me ve, saberme desde el instinto o caer, insisto, en un otro poema o confesión. A veces la tristeza es por ellos tanto como por mí. A veces me despierto sobresaltado por el galope de entintados alazanes, el roce angélico de algo alado o un viento que transporta paraguas, la huella de un zarpazo o la caricia de una mujer hermosa. Aunque utilicemos diferentes lenguajes, siempre estamos diciendo lo mismo, nos repetimos. A estos cuadros míos la noche les pertenece. También la primera palada que los entierra en el olvido aunque algo del cielo les llega desde atrás y los humedece. Hay que verlos como si fuesen una parte nuestra por eso los veo como si fueran cuerpos, algo encendido. Todos sostienen con un brazo una firma, cotizaciones, y con el otro, un jazmín, una pasión insatisfecha, un corazón aplastado. Desde qué adentro nos inventan este afuera, tanta intemperie. El arte es un juego que sólo nos permite saber despertar, aunque adormezca. Los he visto balancearse como astros, girar como trompos o relojes, tener algo de los termómetros y la locura; los he visto caer y romperse de la misma manera de caer y de romperse que tienen los hombres, a pedazos.

Por eso ir de cuadro en cuadro es como ir de tumba en tumba, adivinando muertes.